lunes, 31 de agosto de 2009

Amor al Azar

Cuento corto:

Bajaba por la avenida cuarta cuando intenté mirar a los lados, en realidad no había nada que mirar, la calle estaba sola, el virus de la Influenza había causado temor y toda la gente prescindía de salir y divertirse, pero para mí no era un impedimento para distraerme. Caminé sin rumbo, atribuyéndole mi rumbo al propio destino. Desde muy chico desvié mi vida por la ruta de la probabilidad, todo tenía una causa para realizar un cálculo o una inferencia, y esta no era la excepción. Sortié para cada rumbo su suerte y al final después de las probabilidades deshechas caminé derecho, buscando alguien que cambiara mi rumbo, ese rumbo sin amor que buscaba en las arcas del aburrimiento recíproco de otras personas, que como yo también imaginaba encontrar a alguien.

Caminé dos cuadras sin novedad, tal parece que el virus si era algo en serio y aunado a un sismo en la ciudad de México el caos los hacía refugiarse en unas semanas de juegos de mesa y programación ininterrumpida y simultánea de Discovery Chanel y Animal Planet. Toda la gente en sus casas, el virus removía mis planes y los estancaba en el aburrimiento casero que sorteaba por las mañanas y que en la tarde lo incapacitaba para seguir atestándome. Llegué al final de la calle ancha del andador Venustiano Carranza y volví a mi casa queriendo sucumbir al rumbo, intentando alguna alternativa de no llegar, pero nada extraordinario podía pasar y entonces pensaba que haría en mi casa, era demasiado para seguir viendo la Historia de Jack el Destripador en Discovery Chanel ya que era la semana de los criminales, y a Jack por ser un caso de los más relevantes le regalaron los días para su transmisión, bonita suerte. Mientras seguía el rumbo había gente de protección civil alertando a la gente, no iba ser la excepción de sus recomendaciones así que de inmediato me abordaron, me exhortaron subir al auto y llevarme a mi casa, y accedí, por un momento de plática diferente accedí, pero el azar como probabilidad de mi vida me había regalado un momento agradable, en el auto y como colaboradora se encontraba una chica, simpática, alegre y servicial, nada mejor de lo que buscaba. Platicamos hasta el transcurso a mi casa y entonces bajé sin querer hacerlo y me hospedé en mi casa, escuchando las explicaciones del Lic. Urquídez que mi instaba a no salir por el temor a contagiarse y expandir el virus, así como me dijo de memoria las indicaciones si salía de viaje en estos días, yo escuché aunque tenía cerca de dos años sin salir de mi ciudad.

Fueron 3 días más lo que duro el toque de queda y lo primero que hice es ir a buscar las oficinas de protección civil, el azar me había regalado la oportunidad de conocer a alguien especial ahora no tenía que recurrir a él para volver a verla, tenía que aventurarme, ella me había contado en su transcurso que gustaba de la literatura entonces fui a la librería GABO, en honor a García Márquez, que el dueño idolatraba y compré un ejemplar de Pedro Páramo, era lo más original que había leído y lo demás se remitía a libros no muy trascendentales, así que recurrí a mi mejor arma literaria que conocía. Después de unos cuantos consejos para la plática literaria que me dio Benito, Don Benito mejor dicho el dueño de la librería GABO y del Café Macondo, emprendí mi camino por la avenida revolución rumbo a las oficinas de protección civil, al llegar entré sin cuidado y mirando a donde podría estar Penélope, sabía su nombre y eso era una virtud más no apellido. Entonces pregunté a la recepcionista con cara de hombre malhumorado y me dijo con gutural voz como si hubiera cantado demasiado opera la noche anterior que ella se encontraba en servicio, no sabía en qué parte y que no podría saberlo. Entonces caminé de vuelta y repetí el recorrido con el libro 4 veces, ni una de ellas la encontré. Seguí con mi anterior vida y decidí deshacerme del azar y buscar algo premeditado, no buscaba experiencias espontáneas, por que cuando era hora de actuar todo cambiaba, volví mi camino al antiguo rumbo, caminé por la calle ancha y baje hasta el monumento de Justo Sierra, Alcancé a leer la rótula de POR SU INVALUABLE APOYO A LA EDUCACIÓN, terminé de leer y mis ojos se encontraron con los de una chica, no era algo premeditado, era el azar, y eran los ojos de Penélope que escondían el temor de conocerme en mis ojos, sin dejar fija la vista, en ese momento descubrí que no llevaba el libro pero aún así decidí llamarla, le pregunté si se acordaba de mí y si pudo recordar, caminamos y platicamos de mi experiencia con Juan Rulfo con sus dos libros aunque de verdad nada más había leído Pedro Páramo pero ella hizo que no pareciera tonto al platicar sin cesar de EL LLANO EN LLAMAS, me salvó de explicarle mi perspectiva, así que me dediqué a mi fuerte que era Pedro Páramo, le conté como el escenario que manejaba Rulfo era algo excelente, lo típico del campo, lo regional, en fin. Caminamos y llegamos al final de la calle y topamos con el muro escultural decorado por estudiantes de artes visuales de la Universidad Capitalina. Así pasaron mis siguientes días, platicando, desistiendo del azar para platicar con alguien, el enamoramiento no fue obra del azar, nuestro encuentro si, ahora nuestro próximo hijo no es obra de la probabilidad y el azar, pero espero no recurrir al azar para de nuevo encontrar algo en la vida.


Alan Aviña agosto de 2009



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